Los frutos secos son unos de los alimentos más nutritivos y completos que existen. Pero también de los que más dudas generan, especialmente entre los padres que tienen bebés y niños pequeños.
Preguntas del tipo, ¿le producirán alergia?, ¿cuándo se los puedo dar?, o ¿qué frutos secos son los mejores?, son habituales en la consulta del pediatra.
No cabe duda de que una alimentación variada y saludable es fundamental para que un niño crezca sano y fuerte. Y precisamente los frutos secos se caracterizan por tener concentraciones elevadas de todos los elementos necesarios para cubrir las demandas nutricionales de un niño en desarrollo.
Ahora bien, ¿cómo y cuándo introducirlos en la alimentación de los más pequeños? Lo veremos a continuación.
Beneficios de los frutos secos en los niños
A medida que el bebé crece, además de la leche materna, se pueden introducir otros alimentos en su dieta a partir de los seis meses. El objetivo va más allá de acostumbrarlo a nuevas texturas y sabores. Se trata de ayudar a que su organismo madure para que con el tiempo pueda ingerir alimentos más sólidos, así como favorecer un óptimo desarrollo físico y mental.
Para que ese proceso tenga lugar, es importante que su dieta sea variada y saludable. Nutrientes esenciales como las vitaminas, los minerales (especialmente el calcio), la fibra, las proteínas, los carbohidratos y los ácidos grasos deberían estar presentes a diario en sus comidas.
Un alimento que posee todos estos elementos son los frutos secos, ya sean almendras, nueces, avellanas, pistachos o anacardos. Veamos cuáles son sus principales beneficios:
- Son muy energéticos, lo que proporciona el combustible que tanto el cuerpo como el cerebro del niño necesitan para crecer de manera adecuada.
- El calcio y el zinc son vitales para la formación de las membranas celulares, los huesos, dientes y la musculatura.
- La fibra ayuda a regular el tránsito intestinal y evitar el estreñimiento.
- Contienen antioxidantes, como la vitamina E, que refuerzan su sistema inmunitario y previenen problemas oculares.
- Los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados (omega-3 y omega-6) son esenciales para el correcto desarrollo de funciones neurológicas como la memoria y la concentración. También contribuyen al fortalecimiento del sistema cardiovascular.
- Al ser ricos en hierro, la formación de glóbulos rojos y el transporte de oxígeno a través del torrente sanguíneo están garantizados. Además, este mineral previene la anemia.
¿A qué edad pueden empezar a comer frutos secos?
A pesar de ser un alimento muy completo desde el punto de vista nutricional, comer frutos secos a edades tempranas comporta ciertos riesgos. Por el hecho de ser pequeños y duros, se han convertido en una de las principales causas de asfixia por atragantamiento en niños de entre uno y cuatro años. Esto es debido a dos factores:
- La dentición del niño aún es de leche y, especialmente los molares, no están preparados para masticar este tipo de alimentos.
- Un sistema digestivo en proceso de maduración. En esta etapa la acción de tragar y el cierre de la epiglotis (el órgano que evita que el alimento pase a las vías respiratorias) van descoordinados. De hecho, se desarrolla completamente entre los dos y los tres años. A esa edad, el tamaño de la tráquea es equivalente al de su dedo meñique, así que es fácil que al no masticar correctamente una avellana, por ejemplo, se le quede atascada.
Es por eso que al hablar de la alimentación complementaria, la Asociación Española de Pediatría recomienda ofrecer frutos secos enteros a partir de los tres años, siempre bajo la vigilancia de los padres u otro adulto (aunque muchos pediatras establecen la edad mínima para tomar frutos secos a los cinco años).
Sin embargo, el mejor indicativo en este caso es fijarse en la capacidad que cada niño tenga para masticar y tragar. Quizás uno esté preparado a los tres años, mientras que otro de cinco no sea capaz de masticar una almendra de manera segura.
De todas formas, los frutos secos siguen siendo beneficiosos para los más pequeñines, incluso a partir de los seis meses. La única precaución es dárselo siempre molidos y mezclados con el puré, por ejemplo.
Cómo introducir los frutos secos en la dieta infantil
Además de la edad del pequeño, una de las cosas a tener en cuenta es cómo le ofrecemos los frutos secos. Lo ideal es que sean naturales en lugar de tostados, porque precisamente el proceso de tostado destruye parte de las vitaminas.
Por otro lado, también deberíamos evitar aquellos frutos secos que se comercializan salados o chocolateados, ya que pueden favorecer el aumento de peso y la obesidad.
Como se menciona en el apartado anterior, a los bebés se les puede iniciar en el mundo de los frutos secos a partir de los seis meses de edad, junto con la alimentación complementaria. La mejor forma de hacerlo es incorporándolos triturados a otros alimentos que ya asimile bien o espolvoreándolos por encima de platos de arroz, pasta, verdura, etc.
A medida que el niño crezca se puede probar con piezas enteras. Estos son ideales para merendar o picar entre horas y sustituir otros snacks, como las patatas fritas o la bollería industrial, mucho menos saludables y llenos de calorías vacías, grasas perjudiciales y azúcares.
Otra opción es incorporar frutos secos partidos a la masa de panes, bizcochos y galletas caseras. De hecho, cualquier producto de repostería se puede elaborar sustituyendo la mitad de harina de trigo por harina de almendra o de otro fruto seco. Incluso se pueden utilizar estas harinas en los rebozados.
A los niños que no quieren frutos secos o les da pereza masticarlos, les suele gustar comerlos untados en pan en forma de crema, como la mantequilla de almendra, anacardo y cacahuete. Lo ideal es que sean caseras para evitar todos los aditivos y azúcares que llevan las versiones industriales.
Contraindicaciones de los frutos secos en niños
Las dos razones principales por las que muchos padres no ofrecen frutos secos a sus hijos pequeños son: el miedo de atragantamiento y las alergias.
Cada año son muchos los niños que sufren una obstrucción de las vías respiratorias debido a chucherías y frutos secos. Por eso, hay que tener mucha precaución y no dejarlos sin vigilancia cuando se les ofrezcan estos productos.
Por otro lado, nos encontramos ante uno de los alimentos que más reacciones alérgicas produce en los niños (sobre todo la nuez, la avellana, la almendra y los cacahuetes), junto con la proteína de la leche, los huevos y el pescado.
En este tema siempre ha habido mucha controversia porque algunos afirman que lo mejor es retrasar el momento de introducir frutos secos en la dieta infantil para evitar la aparición de una alergia. Sin embargo, estudios recientes demuestran que precisamente ese retraso aumenta el riesgo de reacciones alérgicas. Es más, los resultados muestran que introducir frutos secos a los seis meses reduce considerablemente la alergia a estos alimentos.
Como precaución, se recomienda introducir cada tipo de fruto seco de forma individual y gradual durante un mínimo de tres días. Y no hacerlo durante la cena porque si el niño sufre una reacción alérgica podríamos estar durmiendo y no enterarnos.
Resumiendo, los frutos secos son unos grandes aliados en la alimentación infantil, ya que contribuyen al correcto desarrollo de los niños. Y aunque conllevan sus riesgos, con las debidas precauciones son totalmente seguros.