La celiaquía es una enfermedad autoinmune que va en aumento. Se calcula que solo en España afecta a casi un 2% de la población.
Las personas que la padecen presentan una intolerancia permanente al gluten, un compuesto presente en algunos cereales y sus derivados, concretamente en el trigo, la cebada, el centeno, la espelta, el kamut, la avena, la escanda y el triticale.
Si ingieren algún alimento que contenga gluten, la mucosa de su intestino delgado se inflama. Esto impide la asimilación de nutrientes y provoca una serie de síntomas que van desde el dolor estomacal, la diarrea y los vómitos, hasta la pérdida de apetito.
Los pacientes celíacos necesitan controlar muy bien todo lo que comen y leer atentamente las etiquetas nutricionales de los alimentos que compran, para asegurarse de que están libres de gluten.
Es verdad que cada vez son más los supermercados y restaurantes que ofrecen este tipo de productos. Sin embargo, el gluten no es solamente un ingrediente que forma parte de panes, galletas, pasta, masas de pizza y rebozados. Debido a sus características, la industria alimentaria lo utiliza para conseguir alimentos más esponjosos, espesar salsas y como potenciador del sabor. Por eso, también se puede encontrar en artículos tan variados como embutidos, golosinas, yogures, chocolates a la taza o, incluso, medicamentos.
Es cierto que el aumento de casos relacionados con intolerancias y alergias alimentarias ha provocado que muchos fabricantes pongan a la venta productos aptos para este sector de la población.
Sin embargo, ante este panorama, es normal que surjan dudas sobre qué alimentos son susceptibles de contener gluten, entre ellos el cacao. Veamos hasta qué punto es un alimento adecuado para celíacos.
El cacao y el gluten
Al secar y moler las semillas de cacao se obtienen dos productos: pasta de cacao (que pasará a convertirse en cacao en polvo) y manteca de cacao. Ambos componentes están libres de gluten, así que podemos decir que el cacao puro no representa ninguna amenaza para las personas intolerantes a esta sustancia.
El problema aparece con el chocolate y el chocolate en polvo, que pueden contener ingredientes adicionales. En ese caso, deberíamos decir que el chocolate tiene gluten, ya sea porque forma parte de los ingredientes o porque se ha producido una contaminación cruzada al producirlo.
Por ejemplo, con el fin de hacer chocolates más sabrosos o aumentar su peso, muchas marcas incorporan gluten en su elaboración. Otros añaden frutos secos que, en ocasiones, han sido procesados en la misma cadena de producción por donde han pasado ingredientes que sí contienen gluten. O bien, utilizan harina para tostar las almendras y las avellanas. De ahí que en las etiquetas nutricionales de cada producto a veces aparezca la frase «puede contener trazas de gluten».
Por norma general, el chocolate negro, con alto contenido en cacao, suele ser bastante puro y estar libre de gluten, así que son bastante seguros para personas con celiaquía. Pero no se puede decir lo mismo ni del chocolate con leche ni del chocolate en polvo, tan típico de los desayunos.
Un producto derivado del chocolate negro es el chocolate a la taza. Y quizás sea el más peligroso para un celíaco. Al utilizarse para elaborar una bebida espesa, los fabricantes incorporan harina de trigo entre sus componentes, en algunos casos hasta un 20%.
Y sobra decir que se deben evitar los chocolates de las máquinas expendedoras porque, con total seguridad, en ellas se produce contaminación cruzada.
Los amantes de este tipo de bebida no tienen porqué renunciar al placer de un buen chocolate a la taza. Pueden elaborar uno totalmente casero y libre de gluten. Basta con derretir parte de una tableta de chocolate negro y espesarlo con un poco de harina de maíz.
Una vida sin gluten… y con chocolate
Como hemos visto, el cacao no es un alimento prohibido para las personas que tienen problemas con el gluten. Cuanto más puro sea, menos riesgo habrá para su salud. Aunque nunca deben pasar por alto las etiquetas nutricionales para comprobar qué marcas están exentas de gluten.
Pero, además, al consumir cacao, no solo disfrutarán de su sabor, sino que se aprovecharán de sus múltiples beneficios. Veamos algunos de ellos:
- Mejora el estado de ánimo. El cacao estimula la producción de serotonina y dopamina, dos neurotransmisores que nos causan alegría, euforia y sensación de bienestar, especialmente cuando estamos decaídos.
- Reduce el cansancio. La serotonina también es capaz de reducir la fatiga. Los niveles del neurotransmisor aumentan gracias a la elevada proporción de antioxidantes que contiene el cacao.
- Aumenta la energía. No solo contribuye a que el organismo lleve a cabo sus funciones correctamente sino que, además, actúa como reconstituyente al aumentar nuestra vitalidad.
- Es muy nutritivo. Su contenido en proteínas, grasas, hidratos de carbono y minerales como el potasio, el magnesio y el hierro, lo convierten en un alimento apto para incorporarlo en la dieta, siempre en cantidades moderadas.
- Es saciante. La fibra presente en el cacao ayuda a controlar el apetito y, por lo tanto, el picoteo entre horas.
No hay duda de que el cacao, concretamente el chocolate, es un dulce casi indispensable en nuestras vidas. Y, hoy en día, incluso personas con problemas alimentarios también pueden disfrutarlo tomando las debidas precauciones.