Una de las acciones que forma parte de la rutina diaria de muchas personas es tomar una buena taza de café por la mañana. Es el combustible que necesitan para funcionar mejor durante el día, ya que aumenta sus capacidades cognitivas, es decir, el nivel de atención, de concentración y la retención de información.
Estos efectos están causados por la cafeína, un compuesto químico que forma parte de la composición química de más de sesenta plantas, entre las que se encuentran el café, el té, el cacao o el guaraná. Además, se incluye en bebidas energéticas y refrescos, así como en otros alimentos y medicamentos.
Sin embargo, las investigaciones demuestran que la cafeína no actúa sola, sino que está muy relacionada con un elemento llamado adenosina.
¿Qué es la adenosina?
La adenosina es una molécula que produce nuestro organismo y sin la que no podríamos funcionar de forma correcta, ya que interviene en una amplia variedad de procesos bioquímicos. Destacamos algunas de sus múltiples funciones:
- Juega un papel importante en la transferencia de energía a nivel celular y participa activamente en los procesos bioquímicos relacionados con la transmisión de información entre neuronas.
- Actúa como regulador del sistema nervioso central gracias a los receptores que tiene repartidos por todo el cuerpo, y cuyo objetivo es intervenir en procesos como la vasodilatación, la broncoconstricción y la inmunosupresión, entre otros.
- Tiene efectos sedantes sobre la función cerebral. A medida que transcurren las horas, los niveles de adenosina se acumulan en nuestro cuerpo y avisa al cerebro de que se acerca el momento de descansar. Por eso al final del día sentimos somnolencia.
- Sus receptores son necesarios para controlar el crecimiento celular y regular la inflamación, el sistema inmunitario, el sistema cardiovascular y la liberación de neurotransmisores.
La acción de la cafeína y la adenosina en el cerebro
Hemos visto que una de las funciones de la adenosina es ralentizar la actividad neuronal. En cambio, la cafeína tiene la capacidad de despejarnos. ¿Qué ocurre cuando ambas sustancias se encuentran?
Pues bien, podríamos decir que una inválida a la otra. En el momento en que la cafeína llega al cerebro, bloquea los receptores de adenosina que se encuentran en el exterior de las neuronas, impidiendo que esta se una a ellos. Al tener ambas moléculas una estructura química muy similar, la cafeína puede engañar a estos receptores y evitar que se activen.
Por lo tanto, no es que la cafeína tenga la capacidad por si sola de activarnos, sino que desactiva la función relajante de la adenosina.
Sin embargo, en este proceso interviene otro elemento: la dopamina, un neurotransmisor que promueve la sensación de placer y bienestar.
Parece ser que en algunas neuronas los receptores de adenosina y dopamina están estrechamente relacionados, de manera que la primera inhibe la función de la segunda. Así que cuando la cafeína bloquea la adenosina, que a su vez bloqueaba a la dopamina, hace que esta se active indirectamente y se una con total libertad a sus receptores.
Esta es la razón por la que al tomar cualquier bebida o alimento que contenga cafeína experimentamos una sensación de felicidad y una inyección de energía en el organismo.
Todo este proceso ocurre unos 15 minutos después de haber ingerido la cafeína y sus efectos pueden alargarse entre 4 y 6 horas, que es el periodo en el que el organismo expulsa la cafeína. Además, va acompañado de otros síntomas, como el aumento de la presión arterial y el ritmo cardíaco.
La tolerancia a la cafeína
Consumir cafeína con frecuencia hace que nuestro cuerpo se acostumbre a ella. Como consecuencia, al aumentar la tolerancia hacia esta sustancia, puede pasar que con el tiempo la persona desarrolle dependencia. Llegados a este punto, para notar los mismos efectos estimulantes, cada vez será necesaria una dosis más elevada de cafeína.
La explicación de este fenómeno es bien sencilla: cuanto más se bloquean los receptores de adenosina, más produce nuestro organismo, a fin de que esta pueda llevar a cabo todas sus funciones. Sin embargo, al haber más receptores se necesita más cafeína para bloquearlos.
A la larga, el exceso de cafeína puede hacer que los patrones del sueño se modifiquen y la persona desarrolle insomnio crónico. Al mismo tiempo, también pueden verse alterados nuestros sistemas cardiovascular y nervioso, llegando a provocar arritmias, taquicardias, inquietud o incluso temblores.
Abandonar la cafeína tampoco es fácil debido a la posible aparición del síndrome de abstinencia. En este caso se pueden llegar a experimentar dolores de cabeza, náuseas, irritabilidad, somnolencia y dificultad para concentrarse. Por eso no es aconsejable dejar el hábito de forma drástica, sino poco a poco, rebajando la dosis de cafeína lentamente.
En resumen, está demostrado que la cafeína puede mejorar nuestros niveles de alerta y concentración. Pero es importante ingerirla en dosis moderadas (que no superen los 400 mg al día, dependiendo de la sensibilidad a la cafeína de cada persona) para no tener que padecer efectos secundarios desagradables.